La ideología de los regímenes fascistas impuso una determinada concepción del universo femenino: el deseo y la sexualidad no podían ser el centro de las películas, porque la mujer debía cumplir un código de comportanientos relacionados con lo maternal, la defensa de los valores hogareños, la virginidad previa al matrimonio o la exclusividad de la dedicación conyugal a un único hombre. Aun así, las estrellas italianas y alemanas transgredieron más de una vez este ideario, con una permisividad que poco tiene que ver con el rigor del nacional-catolicismo de las mujeres del primer franquismo.
En Italia, el hecho de que Clara Calamai y Doris Duranti lleguen a enseñar los pechos en los films respectivos La cena delle beffe y Carmela; la seguridad con la que contemplan su propia imagen en los espejos; la turbadora mirada a cámara de la Duranti en Tragica Notte, la expresión abierta del deseo que ofrece la Calamai en un film como Ossessione, o la de Luisa Ferida en Fari nella nebbia; la insolente auto-ironía que Anna Magnani proyecta con descaro sobre su propio cuerpo en películas anteriores a Roma città aperta; la transformación voluptuosa del cuerpo que subraya la belleza a través del maquillaje y el cambio de vestidos o complementos en actrices como Alida Vali, Isa Miranda o, en menor medida, Asia Noris, son pruebas de la presencia desacomplejada del erotismo femenino en los films del periodo.