KRISTINA SÖDERBAUM
(Estocolmo 1912-Hitzacker, 2001)
Tanto por la adecuación de su físico a los ideales arios como por su vínculo casi permanente a uno de los principales cineastas del régimen, Veit Harlan, la figura de Kristina Söderbaum absorbe una de las mayores proyecciones del propagandismo nazi en el cine. Su sensualidad resulta compatible con los roles de la mujer familiar, la hija y la esposa. En uno de los títulos más polémicos de la época “El judío Suss” (Jud Süß, Veit Harlan, 1940), Goebbels quiso proyectar en ella la imagen de la buena chica sumisa a los valores de la patria. Su galería de personajes ofrece una simbiosis de la mujer y la patria por vía del poder simbólico del hogar. Fuertemente vinculada a las narrativas del espacio privado y a la sumisión a las relaciones de género, sus figuras serán una ratificación del poder simbólico del regazo femenino y sus deseos de evasión o movilidad fuertemente castigados por las narrativas del régimen. La asimilación de rasgos psicológicos ingenuos e infantiles supondrá otro de los grandes rasgos de su figura escénica, contrapeso a la autonomía moral y a la poderosa belleza de la diva. En muchos de sus filmes, la construcción de lo femenino alrededor de la idea de la inocencia y la pureza no permite la expresión explícita del deseo sexual, dejando que éste fluctúe en las emanaciones de lo sublime o en el magnetismo entre figura y cámara. En su cine la actividad física podría leerse como la única manifestación posible de la corporalidad femenina. En este sentido, el Eros de Söderbaum se construye alrededor de las ideas de naturaleza y movimiento, del cuerpo sonriente y dócil más que del sujeto deseante.