La húngara Marika Rökk representaba en el ecosistema nazi el rol de avispada estrella del musical con un toque de paprika, una profesional del circo y el teatro de variedades que, a diferencia de otras actrices, alcanzó el éxito gracias a una destreza física inigualable más que a su belleza o a su sex appeal, acaparando el control de la acción y el movimiento que tradicionalmente se reservaba a los héroes masculinos, y reafirmando al mismo tiempo la narrativa del esfuerzo exigida a las mujeres por la propaganda nazi.